Según funcionarios de salud de Estados Unidos, los controles de temperatura que se exigen en muchos lugares públicos son de poca utilidad.
Desde el inicio de la pandemia, los controles de temperatura en lugares públicos se fueron volviendo una práctica cada vez más común y extendida, con el consecuente auge en las ventas de termómetros infrarrojos y sensores de temperatura corporal, incluso después de que se consolidara la evidencia científica de su poco valor para contener la propagación de la enfermedad.
En el ingreso a hospitales, edificios de oficinas y plantas de producción, fueron apareciendo porteros con pistolas infrarrojas en la mano, que chequean la temperatura de los potenciales portadores del nuevo coronavirus. Y la semana pasada, el gobernador del estado de Nueva York, Andrew M. Cuomo, pidió que se chequeara la temperatura de los comensales como una de las reglas de base para empezar a discutir la reapertura del servicio en el interior de los restaurantes.
Si bien las autoridades de salud apoyan el uso de barbijo y la práctica del distanciamiento social como medidas eficaces para controlar los contagios, algunos expertos se ríen de los chequeos de temperatura. Dicen que tomar la temperatura a quienes ingresan a un lugar difícilmente detecte muchos infectados y brinda apenas una ilusoria sensación de seguridad, que incluso puede ser contraproducente.
Portadores silenciosos
Según la definición clínica de los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos (CDC), se considera fiebre una temperatura igual o mayor a los 38°C. Pero hay varios reportes que cuestionan la precisión de los termómetros infrarrojos, y si bien un control de temperatura puede identificar a alguien gravemente enfermo, es improbable que una persona muy enferma esté socializando mucho o saliendo a comer afuera. También se acumula la evidencia que sugiere que el aumento de los contagios se debe a los portadores silenciosos, gente que está infectada pero que se siente bien, sin fiebre ni ningún otro síntoma.
En mayo, los CDC habían recomendado que los empleadores hicieran controles diarios de síntomas a sus trabajadores, entre otras cosas, chequeos de fiebre. Más tarde, en julio, parecieron desdecirse y no insistieron con el tema. La semana pasada, finalmente, la agencia informó que ya no exigirá chequeos de salud en los aeropuertos a partir de mañana para los pasajeros internacionales, salvo los provenientes de Brasil, China e Irán, porque los chequeos no sirven para identificar a los portadores asintomáticos.
Tomarse la temperatura "es como controlarle el aceite al auto antes de salir a la ruta", dice el doctor David Thomas, especialista en enfermedades infectocontagiosas de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. "Te hace sentir más tranquilo, pero no impide que choquemos el auto o que se nos salgan las ruedas."
"El que quiere hacerlo, que lo haga", dice Thomas. "Pero a la mayoría de los que están propagando el virus, con ese método no los detectás."
Fuente: LN
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