Por Mariano Torroba.
Periodista y Docente en UNLP
Desde ayer estoy buscando una manera de canalizar todos los pensamientos que me surgieron por el caso del jubilado que mató a un delincuente que, por enésima vez, había irrumpido en su casa. Como dice el refrán: Voy a empezar con certezas para luego acabar con dudas.
La autopsia y el video (filtrado con velocidad para defender el accionar del juez) indican que NO estamos ante una legítima defensa: Se excedieron los límites jurídicos de la misma, no había un peligro inminente y lo acontecido se asemeja más a una ejecución que a la repulsión de un ataque.
Ahora bien, el asesinato sucede en un contexto de robo. Y no de un robo simple. Una irrupción cargada de violencia, con una brutal golpiza, amenazas y como si fuera poco, la repetición del hecho en el último tiempo.
Esta situación lejos de parecernos ajena o extraordinaria es algo que sucede y (mucho más) escuchamos a diario. Hay una sociedad que, con total razón, está harta de sentirse vulnerable y en un estado de indefensión generalizada ante los hechos delictivos. El punto es tal que el “agradecé que no te pasó nada” es casi una respuesta automatizada al enterarnos de un ilícito.
El debate instalado está cargado de trampas y falsas antinomias que condicionan de manera preocupante la discusión. Parece ser que uno “o está a favor del delincuente” o “está a favor del jubilado”. Este reduccionismo nos corre del eje central y de las verdaderas preguntas que deberíamos estar haciéndonos como sociedad.
Lo peligroso de este escenario es que es tierra fértil para el surgimiento de discursos cargados de odio y violencia que, lejos de construir una salida alentadora, apuestan a agregarle más plomo a la situación. Alcanza con repasar la historia de nuestro país para saber que “no es por ahí”.
Otra de las trampas discursivas es el ya conocido pero no por eso menos efectivo “me gustaría ver qué harías vos en esa situación”. Bueno, justamente para eso tenemos un código penal. Para que cada uno de nosotros no responda como se le antoje en el momento. Lo curioso de esta pregunta es que nunca es utilizada para entender las situaciones que llevan al delito.
No, no estoy romantizando la pobreza y el delito. No, no todos los pobres son delincuentes ni viceversa. Uno de los grandes problemas discursivos es que hay que aclarar estas cosas.
Entender el contexto de algunos delincuentes no es justificarlos. No es pedir que queden impunes. Es solamente orientar la discusión a donde están los verdaderos puntos claves.
¿Y saben por qué motivo, entre otros, hay que dar esta discusión? Porque tenemos un sistema judicial que ya sea por ineficaz, por incapaz o por falta de voluntad no da verdaderas respuestas a los hechos delictivos. Su lentitud es sinónimo de impunidad y por eso muchos consideran que la única forma de hacer justicia reside en sus propias manos.
Entonces, ¿Por qué no probamos discutir una reforma real del sistema judicial en lugar de gastar saliva en justificar o no el asesinato de un delincuente? La respuesta para mí es sencilla: Porque es más fácil, más pasional y más simple la segunda opción. Hasta no entender que problemas complejos requieren soluciones integrales vamos a caer una y otra vez en la misma.
Lo que sí es imperativo para el gobierno es construir un discurso que contrarreste al efectivo “balas para los delincuentes”. Definir una postura de política en seguridad, justicia y derechos humanos es esencial para desarmar esta antinomia “delincuentes vs personas”. La discusión siempre es política.
No quiero extenderme más de lo que ya lo hice. Hasta creo que yo mismo me corrí del eje del cual quise escribir. Lo que sí tengo claro es que me resisto a discutir estos casos de manera simplista. Entender el cansancio de las víctimas y las condiciones que llevan a algunos al delito tiene que ser el punto de partida.
Comentarios
1 comentario.Patricia
Excelente!
Hay mucho para hacer y mucho para debatir, por lo que estoy totalmente de acuerdo con que el primer gran obstáculo a superar es que se intenta reducir la cuestión de la seguridad a antinomias tristemente estúpidas.
Lamentablemente hay políticos que las fomentan por interés, porque ganan adeptos con el discurso de "hay que matarlos a todos" o "estamos con las víctimas"(vs. los victimarios)
Jamás obtendremos verdadera seguridad así.
Un fenómeno multicausal debe ser abordado desde todos los aspectos posibles. Y es fundamental priorizar todo lo que apunte a la prevención.
Una mejor seguridad implicará menos delitos. A eso debe apuntarse.
Ahora parece que en lo único que se piensa como sinónimo de seguridad es en el delito castigado, algunos incluso con "justicia por mano propia". Pero el delito, una vez producido, es ya un fracaso de la seguridad.