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Coronavirus. La bendición del papa Francisco al mundo: "Solos nos hundimos"


  • Viernes, 27 de Marzo de 2020

Nunca antes en la historia bimilenaria de la Iglesia se vieron imágenes tan sobrecogedoras como las de hoy. Con un papa que, en solitario, en una plaza San Pedro totalmente vacía, imploró a Dios liberar a la humanidad de las "densas tinieblas" causadas por la pandemia del coronavirus y que con una "bendición urbi et orbi " otorgó la indulgencia plenaria, es decir, el perdón de los pecados a los más de 1300 millones de católicos del mundo.



En un momento dramático, en el que se estima que las medidas de confinamiento afectan a más de 3000 millones de personas, h ay 25.250 muertos y más de medio millón de infectados en el planeta , el Papa quiso así recordar tres cosas: la fuerza espiritual salvadora de Jesús, la necesidad de "restablecer el rumbo de la vida" de la humanidad "hacia el Señor y hacia los demás" y que en este momento muerte y dolor "la oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras"

La oración del Papa, que comenzó a las 18 (hora local) de una jornada gris y lluviosa, fue extraordinaria y única. Por primera vez en la historia un pontífice dio una "bendición urbi et orbi ", a la ciudad y al mundo, fuera de las fechas normales, que son la Navidad, la Pascua de Resurrección y cuando un nuevo papa es electo. Se trata de un acto que ningún otro obispo puede realizar y que puede tener lugar de manera eficaz a través de los medios de comunicación para el bien del alma de los fieles.

Francisco, de 83 años y que desde que comenzó la pandemia en Italia todas las mañanas celebra misas que desde la capilla de Santa Marta que se transmiten en directo , para esta oración extraordinaria estuvo acompañado por dos símbolos religiosos únicos. El ícono bizantino de la Virgen Salus Populi Romani, que hizo traer de la Basílica de Santa María de la Mayor y que en el VI siglo salvó a Roma de una plaga y en el siglo XIX del cólera. Y el crucifijo milagroso de la Iglesia de San Marcello al Corso -ante el cual rezó el 15 de marzo pasado, saliendo del Vaticano, pese a las restricciones-, utilizado en diversos barrios de Roma durante una "peste negra" que aquejó a la ciudad eterna en 1522.

Antes de que el Papa leyera su homilía, se oyó la lectura de un pasaje del Evangelio de Marcos que narra de una tempestad inesperada que se desencadena justo cuando los apóstoles están en un barco junto a Jesús, que duerme plácidamente en popa. Lo despiertan porque están asustados y Jesús, con tan sólo una palabra, detiene el viento y las olas del mar.

 

Francisco, aseguró que éste es un tiempo "para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es". "Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás", agregó, al subrayar la existencia de "tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida". Pasó a mencionar entonces esas personas comunes -corrientemente olvidadas- "que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo".

Fuente LN

 

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